jueves, 1 de octubre de 2009






Miércoles 30, 7º día de Marcha. Paso a paso, pueblo a pueblo.
Hoy salimos de Cervera un poco más tarde de lo previsto. La causa no fue el sueño acumulado sino las prime-ras lluvias otoñales que saludan a la Marcha. Pero no fue mucho, un espanta paisanos como dicen los latinos y nada más empezar a caminar, el cielo encapotado dio paso a un sol reluciente. Hasta el buen tiempo marcha con nosotros.
Por estas comarcas de Lleida esto del tiempo tiene mucha importancia. Aquí viven de las sucesivas cosechas ya sea de la pera, o de la almendra, o de la vendimia. Y en estas tareas agrícolas se emplea una muy numerosa mano de obra inmigrante, subsaharianos, magrebíes y venidos del Este de Europa.
Ahora con la crisis, la clásica precariedad del trabajo en el campo, sometido al rotar de las estaciones, se torna un verdadero drama. “Aquí, como mucho encuentras trabajo algunos meses sueltos, cuando aprieta la cose-cha” nos decía en perfecto catalán un senegalés de Tárrega. “Pero te hacen falta 6 meses cotizados para renovar la tarjeta. Y si no tienes papeles, ¿quién te va a hacer un contrato de un año?. Es una misión imposible. Así los que tenemos papeles, los perdemos y los que no los tienen no los pueden conseguir nunca” sentenciaba nuestro interlocutor.
Ese drama de la temporalidad es el que ha atraído a muchos y muchas inmigrantes a estas tierras llanas de Lleida. Un drama si porque el inmigrante busca un trabajo digno pero también una vida estable, como todo el mundo. Llegar al nuevo país, hacerse con un sustento y algún dinero para mandar a la familia, buscarse un techo, traer a la familia,… esos son los pasos lógicos de un inmigrante en España. Igual que cualquiera, pero para el inmigrante casi una misión imposible porque carece de los mínimos derechos. Llega sin papeles o con una residencia temporal, trabaja durante las cosechas y luego no tiene trabajo, ni derecho al paro ni posibili-dad de renovar tarjeta, así es difícil encontrar un piso y sin piso y sin papeles no se puede traer a la familia.
El paro afecta a todos, la estacionalidad de las tareas agrícolas no distingue entre inmigrantes y autóctonos. Pero el inmigrante sufre una doble pena si se queda sin trabajo no solo pierde el sueldo sino también los papeles y en un momento se puede ver internado y más tarde deportado. ¿Qué delito cometió? Ninguno, simplemente el de ser pobre.
Esta dependencia del trabajo, este tener que ir cada día a la plaza del pueblo a ver si un pagès u otro necesita hoy un brazo más que ayer; crea miedo. Porque en un pueblo pequeño todos te conocen y si protestas te señalan con el dedo y las “listas negras” funcionan mejor que la prensa. Además la policía colabora con ese miedo, hace frecuentes redadas de sin papeles ociosos que esperan al patrón de turno, irrumpe en los cam-pamentos improvisados de temporeros. Cuando hay cosecha te dejan estar cuando no te echan, pero el inmigrante no es un animal, busca amigos, familia, estabilidad y no se la permiten.
Esa es la realidad que estamos conociendo en esta Marcha y esa es la realidad contra la que claman las dece-nas de personas que se unen a nosotros cada vuelta que damos por los pueblos. Ayer fue en Cervera y hoy en Tárrega. Siempre salimos en manifestación unos cuantos y volvemos más del doble porque el inmigrante que nos ve vibra con nosotros, grita con nosotros y marcha con nosotros. Durante unos minutos se siente libre, pierde el miedo porque la unida y la lucha nos hacen fuertes.
Mañana dejaremos Tárrega y llegaremos a Mollerussa, Paso a paso, de pueblo en pueblo. Con la mirada en Madrid y esperando que también paso a paso, los que nos ven marchar, conozcan y comprendan porque lo hacemos. Porquer todos somos iguales y merecemos el mismo trato, porque todos buscamos una vida digna y deberíamos unirnos para alcanzarla. Por eso marchamos, por la dignidad, por la igualdad contra una Ley que nos dicrimina cada vez más, contra una Ley que no cabe reformar, solo derogar. ¿Ninguna Ley de Extranjería!
Comisión Técnica en la Marcha por la Igualdad

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